Como cada año, se acerca el momento de adelantar nuestros relojes y cambiar al horario de verano. Una práctica que se lleva a cabo en la mayoría de países de Europa y que para muchos, todavía, despierta alguna duda al respecto.
Este año el cambio de hora se llevará a cabo en la madrugada del sábado día 30 de marzo al domingo 31 de marzo y a las 2:00 am las agujas del reloj pasarán a marcar las 3:00 am.
¿Por qué cambiamos de hora?

Cada vez se cuestiona más los supuestos beneficios sobre esta costumbre de cambiar la hora y precisamente por eso, las autoridades europeas están valorando si eliminamos completamente esta práctica o seguimos como siempre.
Esta medida se implantó por primera vez a principios del siglo XX y más tarde lo fueron adaptando el 40% de los países, para aprovechar más la luz del sol y aumentar el ahorro energético.
Aunque parezca que es un cambio que no tiene demasiada repercusión, lo cierto es que puede alterar bastante nuestro reloj biológico. Puede repercutir en nuestro sueño y además interferir en el desarrollo de nuestro día a día.
Qué pasa con nuestros dispositivos

A mucha gente le asaltan las dudas sobre los diferentes dispositivos que tienen: ¿cambian la hora automáticamente o hay que hacerlo de forma manual? La respuesta es sencilla: si el dispositivo en cuestión está conectado a Internet, el cambio se hará de forma automática. Si no es así, habrá que hacerlo de forma manual.
Es decir, cualquier dispositivo conectado, más allá de tu Galaxy o tu ordenador, cambiará de manera automática al horario de verano: despertadores inteligentes, altavoces, barras de sonido, Smart TV, termostatos inteligentes, frigoríficos, hornos... Además, las alarmas que tengamos configuradas en estos dispositivos también se ajustarán automáticamente, por lo que no debemos tener miedo a quedarnos dormidos el lunes para ir al trabajo si nuestro despertador es el móvil, una tablet, un altavoz inteligente o nuestro asistente virtual.
¿Influye en el consumo de electricidad?

El cambio al horario de verano no tiene tanta repercusión en la reducción del consumo eléctrico como sí sucede con el cambio al horario de invierno. Ajustar el reloj no influye en los tramos de facturación eléctrica y en la web de la Red Eléctrica Española podemos comprobar que el precio más alto se encuentra entre las 18 y las 22 horas, mientras que el más barato se sitúa sobre las 9 y entre las 14 y las 17 horas.
En verano disfrutamos de más horas de luz por la tarde así que sólo es necesario encender las luces cuando ya está bien entrada la noche. Al mismo tiempo que perdemos una hora de luz por la mañana y tenemos que encender las luces, cuando la tarifa aún está en su franja más baja.
Con el paso del tiempo, los hogares han ido actualizando sus sistemas de iluminación a otros más eficientes y ahora el impacto económico de encender y apagar las luces ya no es tan notable como lo era antes.
Qué dicen los expertos

Este cambio de horario afecta al sueño y, por tanto, a nuestra salud. A muchas personas les cuesta varios días adaptarse a este nuevo horario y esto es debido a las alteraciones que provoca en nuestro reloj biológico. Esto puede repercutir directamente en una disminución del rendimiento laboral y escolar, y puede también aumentar el riesgo de padecer enfermedades como la obesidad, la diabetes, hipertensión o trastornos del estado de ánimo.
Según la Sociedad Española del Sueño, lo ideal sería establecer un horario permanente durante todo el año, eligiendo el horario de invierno. Esto favorecería una mejor sincronía con el amanecer y el anochecer y nuestras actividades diarias. Contribuiría a estabilizar los ritmos biológicos, mejorar el rendimiento y reducir el riesgo de padecer ciertas enfermedades.
Imágenes | Unsplash, Pixabay
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